(5) – ¿QUÉ CREEMOS QUE SE OYE EN EL ÚTERO? – El feto recibe sonidos del interior del cuerpo de su madre: de los latidos del corazón, de la respiración y de los movimientos intestinales. También oye los sonidos procedentes de lo que hace su madre, cuando habla o cuando camina con sus tacones, además de oír ruidos del exterior.

Pero el feto vive en un ambiente insonorizado. Los órganos maternos y la pared abdominal lo aíslan de los sonidos.

Desde el abdomen una parte del sonido se refleja al exterior y otra parte queda absorbida y distorsionada por las diferentes capas de tejidos blandos que componen la pared abdominal. Al feto sólo le llega la parte transmitida y es de menor intensidad y claridad que en el punto de emisión.

Estudios en ovejas con micrófonos intrauterinos calculan que la mayoría de los sonidos le llegan como susurros, a unos 30 decibelios. Además las palabras emitidas desde el exterior y grabadas dentro del útero sólo son inteligibles aproximadamente en un 50%, le llegan distorsionadas, con modificaciones en el timbre y el tono.

Es como si el feto estuviera rodeado de almohadas. Cuando nosotros escuchamos hablar en la habitación de al lado, aunque podamos oír, entendemos peor.

Así, podemos decir que el ambiente sonoro del útero es como el ruido de fondo de un bosque. Además, la mayoría de los sonidos son muy repetitivos, se acostumbra y no reacciona a ellos. No le impiden dormir.

Para que escuchen lo mismo que nosotros, la única vía es la vaginal.

La vagina es un espacio cerrado, y por tanto no hay dispersión del sonido. Además las capas de tejido blando que separan al feto del emisor de sonido son menores: sólo pared vaginal y uterina. Eliminamos la barrera que supone la pared abdominal.

Colocando un altavoz en vagina, el feto puede oír casi con la misma intensidad con que se emite. Así, gracias al dispositivo vaginal ideado y desarrollado para este estudio hemos descubierto la fórmula para que los fetos oigan como nosotros. Para que le llegue el sonido de forma eficaz, en intensidad y sin distorsiones.

Os podéis imaginar la cantidad de mujeres que me dicen “Tanto tiempo hablándole y poniéndole música sin saber que no lo oía…”. Y la cantidad de trabajos publicados sobre si el recién nacido reconoce la voz de la madre. No la pueden reconocer porque no la han oído como la oyen desde que nacen.

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