Me gusta decir que mi especialidad es la “más bonita del mundo”. Ya sabéis que me mueve una “pasión embrionaria” que convierte cada día en una aventura especial y emocionante ayudando a tantas personas a conseguir su deseo de tener un bebé. Creo que compartir este sentimiento es un acto de generosidad. Cuando explico cómo las familias luchan para conseguir un hijo, todo el mundo se conmueve. Creo que despierta un sentimiento ancestral y muy profundo. Así que, siempre que tengo cierta audiencia, me tomo un momento e intento transmitirle esta emoción. En la última entrega de los premios de la revista Objetivo Bienestar, por ejemplo. Tuve el honor de ser seleccionada como una de las mujeres que más han contribuido a cuidar de la salud y del bienestar de la mujer. Me han distinguido por los avances e innovación en Reproducción Asistida y he podido compartir con las otras marcas premiadas un divertido encuentro que se celebró en Madrid.
Siempre recordaré cómo las asistentes han respondido a mi discurso con verdadera emoción. He querido explicarles cómo el deseo de tener un hijo es algo que no ha cambiado a lo largo de la historia de la humanidad, lo que sí han cambiado son las formas de conseguirlo llegando hasta límites insospechados.
Ante un diagnóstico de esterilidad, los pacientes se enfrentan a una “montaña rusa emocional”, pero el deseo de tener un hijo es más fuerte que los inconvenientes. Los profesionales intentamos siempre acompañar a nuestros pacientes para que no pierdan la ilusión durante este proceso: Con los avances actuales, el 95% de las mujeres que hacen tratamiento de Reproducción Asistida consiguen ser madres. Yo suelo decirles que hay que luchar hasta el final, las guerras no se ganan siempre en la primera batalla.
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